domingo, 10 de agosto de 2014

Crónicas: Adalberto Maidana 1990

El argentino Adalberto Maidana es el pionero del ultrafondo en Argentina. Su empeño en participar en el Spartathlon le llevó a organizar las primeras pruebas de ultrafondo en su país, a fin de conseguir cumplir con los requisitos para inscribirse en la carrera griega: pruebas de 100 km, 24 horas en pista , etc... que me imagino el asombro que habrán causado en su momento.

Cuenta Maidana en su biografía "Nunca es tarde" como se inició por casualidad en el mundo del atletismo:

"Papi..., por que no dejas de fumar...?
Me preguntaba Adrian, mi hijo de 8 años..., mientras el humo del cigarrillo enviciaba el aire del living de mi casa...
...Y ante tanta insistencia..., mi respuesta..., como para salir del paso...
- Pero Adrian, hijo..., si dejo de fumar..., que hago...?
...Y la respuesta rápida..., inocente..., pura..., definitiva..., mágica...
- Y..., empezá a correr, papi...
Créanme..., esta historia empezó así..., tal vez por que soy un firme creyente de los comienzos románticos..., y los finales sabios
."


Creo que esta fue la primera crónica escrita por un participante que leí sobre el Spartahlon. Me sigo emocionando con su lectura, y entiendo por qué de inmediato sentí ganas de participar algún día en esta loca carrera. Muchas veces, trotando en silencio durante algún entrenamiento, me ha venido a la cabeza esa frase del final: "Exigente prueba en Grecia".

Spartathlon 1990, por Adalberto Maidana:

• LA LLEGADA A GRECIA
Eran las 17.30 horas del 23 de Septiembre, el avión de BRITISH AIRWAYS, procedente de LONDRES, se posaba lentamente en la pista y comenzó a recorrerla hasta detenerse totalmente.
Cuando se abrieron las puertas y bajé por las escalerillas del avión, sentí una emoción muy grande; había llegado a la tan soñada GRECIA, estaba en ATENAS, un lugar del que conocía sus bellezas solamente por comentarios, postales o fotos, y ahora tenia la oportunidad de conocerla personalmente, nadie me lo iba a contar.
Pero a la vez mi emoción era doble, porque además llegaba como deportista representando a mi país, ARGENTINA, a participar en la prueba del SPARTATHLON, la competencia atlética de Ultramaratón más importante del mundo, porque recuerda la gesta de FILIPIDES y además forma parte de la Historia Universal.
Esta prueba se realiza todos los años y en la misma participan los mejores atletas del mundo, partiendo desde ATENAS y finalizando en ESPARTA, al pie de la estatua de LEONIDAS, al final de la Avenida PALEOLOGOU, en esa localidad, recorriendo 250 kilómetros por rutas y caminos de la legendaria GRECIA.
Al salir del Aeropuerto, luego de cumplir con los requisitos de Aduana, fui ubicado por los organizadores del evento, que me estaban esperando (como lo hacían con todos los atletas extranjeros) en la VILLA OLIMPICA del Estadio que lleva el mismo nombre y que se encuentra ubicado en la zona de KALOGREZA, camino a KIFISSIA.
Allí empecé a sentir el cariño y el respeto con que se me iba a tratar de ahí en más, por la Señora MARIANNA VEREMIS, quien tenía a su cargo recibir a los participantes de la prueba, y que desde el primer momento me hizo sentir como en casa, pero en la medida que pasó el tiempo, sentí que todas y cada una de las personas con las que iba a tratar, eran de la misma forma: respetuosos, sencillos, simples y siempre dispuestos a solucionar cualquier problema que se presentara; actitud que no me sorprendió ni extrañó, ya que en BUENOS AIRES, sentí el mismo afecto y buena predisposición, cada vez que solicitaba alguna información a mi amigo ELEFTHERIOS KOUVARITAKIS, quien era el Vice – Cónsul de GRECIA en ARGENTINA y además era un corredor de Maratón.
Los días previos a la competencia, realmente no me fue posible visitar ni recorrer totalmente la ciudad de ATENAS (si lo hice después de finalizada la prueba) pero de lo que pude ver y sentir, además de la belleza del paisaje y sus monumentos históricos, rescato el cariño de la gente del pueblo griego.

• EL INICIO DE LA PRUEBA
De la prueba en sí, podría escribir mucho y estoy seguro que me faltaría espacio para poder contar todo en detalle. Si debo decir que fue algo extraordinario, muy emocionante, por todo el entorno previo, por la competencia misma y por la alegría del final.
Trataré de resumir estas emociones que comenzaron el día 28 de Septiembre cuando partimos del PANATHINAIKOS STADIUM, en ATENAS, a las 7 de la mañana con destino final SPARTA, éramos 99 atletas de distintos países del mundo, de los cuales solo 35 arribamos a la meta.
Todos y cada uno de nosotros estaba con sensaciones y motivaciones distintas, en mi caso sentía el orgullo de ser el primer argentino y además el primer sudamericano que participaba en la prueba del SPARTATHLON, pero también tenía la motivación de estar corriendo por lugares donde se cimentó la historia del mundo.
Como mencioné, partimos desde ATENAS, atravesamos la ciudad, bordeamos el puerto del PIREO y luego salimos a la Autopista, para llegar al primer puesto de control de la prueba en CORINTOS, a 82 kilómetros de ATENAS, durante el trayecto comenzó a llover en forma intensa lo que hizo aún más dificultosa la carrera.
Desde CORINTOS, seguimos corriendo hasta NEMEA, pasando por ASSOS, ya era de noche y el frío además de la lluvia se hacía sentir.
De NEMEA, la ruta nos llevaba hasta LYRKEIA, donde llegué aproximadamente a las 2 de la mañana del 29 de Septiembre, llevaba recorridos 154 kilómetros y hacía ya 19 horas que estaba corriendo.
Hasta allí, había sido una prueba muy dura, sobretodo por las constantes subidas y bajadas del camino montañoso. Las luces de las linternas que llevaba cada corredor para iluminar el camino y que fueron provistas por los organizadores, parecían ojos de gatos en la oscuridad, haciendo ver un paisaje nocturno diferente.

• MI ENCUENTRO CON DIOS
Mientras observaba lo anteriormente descrito y escuchaba y disfrutaba el silencio de la noche, pensaba también que ya había pasado más de la mitad de la carrera y que las subidas que iba dejando atrás eran lo más duro y difícil, pero todavía me aguardaba una sorpresa: me faltaba escalar el BEY´S LADDER, una cuesta empinada, muy riesgosa, con camino de cabras y guiado solamente por las cintas fosforescentes que indicaban el mismo y el haz de luz de mi linterna.
Me sentía exhausto, cansado y realmente creía que no podía más.
Comencé a ascender lenta y trabajosamente, delante de mí iban un atleta japonés y un francés; en algún momento el japonés se sentó y no quiso seguir más, traté de ayudarlo pero al mirar sus ojos me di cuenta que estaba llorando y no podía seguir más; lo dejé y seguí, mientras subía esa interminable pendiente le pedía a Dios que no me abandonara.
Comencé a pensar en Dios..., a pedirle que me ayude..., a sentirlo en forma intensa..., a rezar.
En algún instante, tuve la impresión de que mi oración había pasado por si sola, por decirlo de alguna forma, de los labios a mi corazón.
Quiero decir que sentía, que mi corazón en sus pulsaciones, había comenzado a decir las palabras de mi oración en cada latido.
Dejé de rezar mis oraciones en voz alta.
Simplemente presté atención a lo que mi corazón decía.
Luego sentí algo así como una sensación de dulce dolor en mi corazón y una fuerza intensa de amor en mis pensamientos hacia Él.
Era como si lo estuviera viendo, me imaginaba a mí mismo, abrazado a Él, besándole las manos tiernamente, agradeciéndole con lágrimas de alegría, que hubiera permitido con su amor y su gracia hacia mí, lograr lo que me había propuesto.
Sentí luego que llegó a mi corazón un calor misericordioso que me invadió todo el pecho, y una sensación de paz me cubrió totalmente.
Así fue mi encuentro con Dios...
En Grecia, entre Nestaní y Tegea, en la cima del Monte Beys Lader, en una noche estrellada del mes de Septiembre, mientras corría el Sparthatlon uniendo Atenas con Sparta, cubriendo 250 kilómetros, y cuando pensaba que no podía seguir más y había pasado ya el límite de lo humano.
Cuando por fin llegué a la cima sentí una extraña sensación, como una paz interior, difícil de explicar; mi respiración se hizo cada vez más acompasada y había logrado mantenerme tranquilo, en mi mente con más fuerza, estaba la seguridad de que una vez finalizado el descenso de esa ladera y luego llegar a NESTANI, que estaba muy cerca, ya nada podría detenerme y lograría finalizar la competencia.

• EL FINAL DE LA PRUEBA
Eran aproximadamente las 6 de la mañana cuando llegué a NESTANI, llevaba recorridos 175 kilómetros y hacía ya 23 horas que estaba corriendo y de allí continúe rumbo a TEGEA, donde llegué cerca de las 10 de la mañana, en esa aldea, sentí una vez más el cariño emocionado de la gente del lugar que estaba en las calles alentándome a cada momento; también vi el llanto doloroso de otro corredor japonés que no pudo continuar y tuvo que abandonar la prueba, era el kilómetro 193.
Me cambié, comí algo y continué rumbo a SPARTA, pasando por MAGASAKI, y KLADA. Mi equipo de médicos, el Dr. Murano y el Dr. Cabrera me acompañaba y alentaba permanentemente, dándome las indicaciones y los cuidados necesarios para finalizar la prueba con éxito.

• LA LLEGADA A ESPARTA
Estoy en la entrada a la ciudad de ESPARTA, son las 16,30 horas de la tarde del día sábado 29 de Septiembre.
Voy corriendo por la Avenida que pasa muy cerca del Templo de ARTEMISA rodeado de niños que me acompañan en bicicleta, estoy emocionado, a punto de lágrimas, siento en esos niños que va a mi lado, el cariño y el amor de mis hijos Adrián, Mariela, Fernando y Daniela que me acompañan permanentemente en mi corazón y mi mente durante todas las competencias en las cuales participo.
Sigo corriendo, totalmente distendido y feliz, trato de no desconcentrarme, sé que falta poco, doblo en la Avenida PALEOLOGOU, y veo la estatua de LEONIDAS que marca el final de la prueba, y ya no puedo contener las lágrimas, pues mi alegría es incontrolable.
La gente a mí alrededor aplaude, me saluda, se emociona y me alienta una vez más al grito de ARGENTINA..., ARGENTINA..., ya que me identifican porque voy corriendo con la bandera Argentina en mis manos.
Sigo llorando emocionado, como un niño, la estatua de LEONIDAS, está allí, esperándome, las sensaciones que siento son incontables, pienso que en este instante, estoy culminando una prueba que comenzó hace mucho tiempo y que todo el esfuerzo que me llevó la preparación, bien valía la pena de hacerla..., estoy casi al pie de la estatua..., voy subiendo los escalones que me separan de ella, para tocar su base y dar por finalizada la prueba..., la gente a mi alrededor es increíble como alientan, aplauden, se emociona ( no solo conmigo, sino todos los corredores)..., pero que mas les puedo decir, si por mas que escriba y escriba, siempre me faltarían palabras para poder explicar todo lo que me está rodeando.

Llego al pie de la estatua y veo un grupo de tres niñas que están vestidas con la indumentaria tradicional de la época (vestido blanco largo), me apoyo en la base de la misma y de esa forma se certifica que llegué al final de la prueba, sigo llorando emocionado, mientras el Mayor de SPARTA, Mr. Matalás, coloca sobre mi cabeza una corona de laureles y olivos, y me saluda con un efusivo abrazo, me entrega una hermosa medalla por haber finalizado y una niña me da de beber agua en un recipiente en forma de plato, siguiendo la tradición histórica, al igual que lo hacían con los antiguos guerreros, que llegaban cansados de la batalla.
Sigo saludando y muy contento, me abrazo con todo el mundo, mientras viene a mi memoria, la partida de ATENAS, 35 horas atrás (ese fue el tiempo que demoré en recorrer los 250 kilómetros), y los rostros desconocidos pero bondadosos y llenos de amor que fui cruzando en el amino, como el de aquella señora, en una aldea entre NESTANI Y TEGEA, que se acercó a mí en un momento que me detuve a beber agua, me dio un beso y me regaló una flor; o como aquel grupo de niños y niñas que me esperaba a la salida de TEGEA y me regalaron una pequeña corona de laureles y algunos caramelos; o como la gente de la organización de la carrera que en cada puesto de abastecimiento que paraba me atendían y se preocupaban por mí como si fuera un amigo de años.
Muchos recuerdos más se atropellan en mi mente, mientras continúo disfrutando con mi equipo de médicos el sabor de la gloria por haber finalizado esta exigente y dura prueba del SPARTATHLON.

Estaba contento, mi mente retrocedió algunos años atrás, al hermoso recuerdo de un momento en que leía una nota en el periódico, un domingo después de entrenar, mientras estábamos desayunando junto a mí esposa Adriana, y que decía...

“EXIGENTE PRUEBA EN GRECIA...”

...Lo había logrado... me sentía feliz.

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